Términos como “tesis”, “postdocs” o “papers” suenan a chino a la mayoría de los mortales, lo que hace que exista un desconocimiento generalizado sobre cómo se llega a ser científico y cómo es el día a día de estos felices incomprendidos. En las próximas dos entradas voy a intentar solucionarlo. Por supuesto, lo que voy a contaros a partir de ahora se basa en mi experiencia personal. Los detalles pueden cambiar sustancialmente entre distintas áreas de la ciencia e incluso de un científico a otro, ¡así que no os lo toméis como algo absolutamente general!

Voy a empezar describiendo la carrera profesional de un investigador medio. A grandes rasgos, ésta se divide en cuatro etapas.
Etapa de formación
También conocida como “qué feliz es la vida del estudiante”
¿Cómo? ¿que quieres ser investigador científico? ¡Muy bien! Me alegro de tu elección. Ahora bien, ten en cuenta que la ciencia actual afronta problemas muy complejos y se requiere un altísimo grado de especialización para intentar resolverlos. Esto significa que no es posible convertirse en investigador de la noche a la mañana, sino que hay que pasar por todos los pasos previos y formarse adecuadamente. En concreto, para ser investigador en primer lugar has de estudiar una carrera científica. Si ya tienes claro qué temas te interesan, intenta cursar las asignaturas claves y tener un recorrido académico consistente. Ah, casi se me olvida: ¡saca buenas notas! Te vendrá bien más adelante…
Etapa de especialización
También conocida como “el doctorado, ese gran desconocido”
Bien, ya tienes tu carrera, puede que incluso un máster. ¡Felicidades! ¿Quieres seguir adelante y adentrarte en el apasionante mundo de la ciencia? ¡Perfecto! En ese caso has de especializarte y para ello has de hacer un doctorado. Te cuento de qué va…
El doctorado es el grado máximo académico concedido por una universidad. Durante un periodo mínimo de tres años, el doctorando (otra forma de llamar al estudiante de doctorado) se especializa en un tema específico con la esperanza de realizar una contribución original y ampliar de este modo los límites del conocimiento. Aunque los doctorandos han de seguir ciertos cursos especializados, éstos suponen normalmente una fracción muy pequeña del primer año de doctorado. La verdadera tarea del doctorando es la investigación, la cual culmina con la elaboración de una tesis doctoral, un documento escrito que reúne los resultados obtenidos por el estudiante en este periodo. En esta etapa el estudiante de doctorado está guiado por su director de tesis, una persona con amplia experiencia en el campo, encargada de apoyar sus pasos con consejos e indicaciones. Al final del doctorado, el estudiante presenta su tesis ante un comité evaluador que, si considera que cumple con los criterios de calidad exigidos, otorga el título de doctor al interesado. ¡Enhorabuena!
Algunas personas piensan que el doctorado es una etapa más en la formación universitaria de un estudiante, sin diferencias con las otras (grado o máster). ¡Nada más lejos de la realidad! Como os he dicho más arriba, un estudiante de doctorado no asiste a clases, salvo por unos breves cursos que hace al principio, y normalmente pasa su tiempo investigando en su despacho o laboratorio. Cuando consigue algún resultado interesante para la comunidad científica, el estudiante (y sus posibles colaboradores) elaboran un artículo técnico (también llamado “paper”) y lo envían para su publicación en una revista especializada. Además, es frecuente viajar por el mundo presentando los resultados en conferencias internacionales, reuniones que sirven para conocer a otros expertos e intercambiar impresiones sobre el estado del campo en el que se investiga. Como veis, a esto no se le puede llamar “estudiar”. Es más, hoy en día los estudiantes de doctorado españoles pueden disfrutar de un contrato laboral en la universidad o centro de investigación en el que realizan su tesis, por lo que formalmente no son estudiantes… sino trabajadores. Se puede afirmar que un estudiante de doctorado ya es un investigador científico, aunque esté en las etapas iniciales de su carrera.
¿Recuerdas que te dije que sacaras buenas notas durante la carrera? Pues es precisamente porque solamente los mejores expedientes consiguen uno de esos contratos (se les suele llamar becas doctorales, aunque formalmente tienen categoría de contrato). Como verás, la vida del investigador es una competición constante, siempre siendo evaluado y comparado con sus compañeros…
El doctorado no es un paseo. Obtener resultados originales en campos de investigación muy trillados no es tarea fácil, por lo que hay que dedicarle un esfuerzo considerable. Ten en cuenta, estimado proyecto de científico, que en la investigación no hay garantías: nadie te asegura que el camino que has tomado conduzca a buen puerto.

Etapa de desarrollo
También conocida como “nos vamos de postdoc”
Si al terminar el doctorado deseas seguir en el mundillo de la investigación, es necesario que realices estancias postdoctorales, también conocidas como “postdocs”. ¿Es eso lo que quieres? Bien, ¡eres todo un valiente!
Los postdocs son estancias de uno o varios años en universidades o centros de investigación diferentes del centro en el que se hizo la tesis. Lo más normal es que te toque salir al extranjero. En esta etapa el joven doctor se desarrolla como científico independiente, adquiriendo la capacidad de liderar una investigación propia. Aunque el trabajo a realizar es muy similar al que se hizo durante la etapa previa, el papel de nuestro amigo es muy diferente: se espera que desarrolle sus propias líneas de investigación y se gane un nombre en la comunidad científica.
¿Cuántos postdocs hacen falta para finalizar esta etapa? Eso depende del campo. En algunos con uno basta, mientras que en otros hay que hacer muchísimos, pasando más de una década dando vueltas por el mundo. Como los contratos postdoctorales suelen ser cortos, los investigadores han de cambiar de país con mucha frecuencia (hasta varias veces al año), lo que plantea numerosas dificultades en su vida personal. Muchos no lo aguantan y abandonan tarde o temprano. Además, conforme pasan los años el embudo se hace más estrecho, siendo más difícil conseguir nuevos contratos.
Etapa de estabilización
También conocida como “en búsqueda del Santo Grial”
¿Ya eres un investigador postdoctoral experimentado? ¡¡Genial!! Llegados a este punto supongo que querrás dejar de dar vueltas por el mundo, ¿verdad? Claro, echas de menos el puchero que hace tu madre. Ahora voy a contarte cómo estabilizarte.
De vez en cuando, las universidades y centros de investigación sacan a concurso plazas para contratar de forma indefinida a un investigador. Lo normal cuando esto sucede es que muchos investigadores postdoctorales se presenten, siendo la competición una feroz batalla de méritos. Conseguir una de estas plazas permanentes es lo más cercano que un científico puede estar del nirvana: todo es paz y felicidad, se ha acabado el competir por un contrato… por fin se tiene un trabajo fijo. Ahora bien, en algunos campos hace falta acumular muchos méritos para tener alguna posibilidad realista de ganar un concurso de este tipo. Por eso es necesario hacer muchos postdocs antes. ¿El resultado? Estabilización a edades muy tardías, en ocasiones por encima de los cuarenta años. ¿Consiguen todos estabilizarse? No, algunos se ven obligados a abandonar antes, bien por razones personales, bien por no encontrar continuidad laboral.
También existen algunos contratos postdoctorales “especiales”, reservados para investigadores experimentados que se encaminan con ellos hacia la estabilización. En España contamos con el programa Ramón y Cajal. A diferencia de los postdocs “normales”, un Ramón y Cajal tiene una duración de cinco años, y normalmente se considera el paso previo a la completa estabilización. Como os podéis imaginar, son objetos muy codiciados.
¡Y eso es todo! En la próxima entrada os contaré más sobre cómo es el día a día de un científico. ¡Nos leemos pronto!
joder un poco depresivo no? Jajajaja, en tu opinión, merece la pena? Que cosas positivas sacas?
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Bueeeeeno… he querido ser sincero y mostrar el lado «no tan bonito» de la carrera científica. Pero por supuesto que tiene cosas positivas. En primer lugar, te dedicas a tu pasión… ¡y eso es una pasada! Y en segundo lugar, es un trabajo muy entretenido, viajas mucho, conoces a gente de muchas nacionalidades y nunca te aburres.
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